Comenzamos una nueva y
semana, que nos llevará a terminar el primer mes del año. Como todos los lunes
dejo aquí alguna historia que he encontrado en la red. Espero que os guste.
Había una vez un hombre que
se sentía muy desgraciado. Pensaba que la suerte lo había abandonado ya que
cualquier cosa que intentaba le salía mal. La relación con su esposa y su hija
se había deteriorado durante los últimos meses, el trabajo escaseaba y también
el dinero con el que comprar las cosas más básicas.
Un día mientras paseaba
desesperanzado por el bosque se le apareció un pequeño duende que, al verlo tan
apesadumbrado, le confió uno de sus mayores tesoros: el secreto de la
felicidad. Le contó el duende que caminando en dirección Oeste, a tan sólo unas
cuantas millas, encontraría un lugar en el que todas sus decisiones serían
afortunadas y sería tremendamente feliz. Decidido a cambiar su suerte el hombre
se descalzó y dejó, escondidos entre unos matorrales, sus zapatos apuntando
hacia la dirección que le había indicado el duende, para no olvidar el camino
que debía tomar.
A la mañana siguiente el
hombre se levantó en mitad de la noche y, sin hacer ruido, se dirigió
apresuradamente hacía el lugar donde había escondido sus zapatos, dispuesto a
iniciar una nueva vida. Lo que no podía imaginar el hombre es que durante la
noche, unos demonios traviesos, que habían espiado la conversación entre el
hombre y el duende, habían cambiado la posición de los zapatos orientándolos en
dirección contraria. Así que, cuando el hombre llegó y se puso a caminar en la
dirección hacia donde él creía encontraría la suerte y la felicidad, en
realidad estaba caminando sobre sus propios pasos y regresaba a su ciudad.
Conforme se acercaba hacía
su pretendido “nuevo futuro”, al hombre le sorprendió lo familiar que le
resultaba todo y pensó: “Caramba que parecidas son estas calles y estas casas a
las de mi antigua ciudad”. Sin embargo, en ningún momento dudó de que se encontrara
en un lugar nuevo, distinto y en el que le aguardaba la suerte anunciada por el
duende. Caminó por entre las calles de su nueva ciudad hasta que llegó a una
casa tan parecida a la suya que intuyó enseguida que aquel tendría que ser su
nuevo hogar. Convencido, accedió a su nueva casa y quedó perplejo al comprobar lo
increíblemente iguales que eran su nueva mujer y su nueva hija, a las que había
dejado abandonadas en su antigua ciudad. Se acostó silencioso en su nueva cama,
junto a su nueva mujer, convencido que al despertar una nueva vida, esta vez
cargada de bendiciones y de fortuna comenzaría para él.
Ni que decir tiene que su
mujer y su hija se sorprendieron enormemente de la extraña forma de comportarse
del hombre durante los días siguientes, aunque evitaron hacer ningún
comentario, pues era agradable observar la sonrisa, el buen humor y la
amabilidad con la que el hombre realizaba sus tareas y se dirigía a ellas. A
los pocos días el buen ambiente reinaba en cada una de las estancias de la casa
e, incluso los pedidos de trabajo se amontonaban sin que el hombre pudiera dar
abasto por más horas del día que les dedicara.
El hombre, feliz con su
nueva vida, agradecía cada noche a su duende mágico que le hubiera confiado
aquel secreto, sin el cual no habría podido disfrutar de la felicidad y la
suerte que ahora lo bendecían.
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