Comienzo nuevamente este
lunes dejando en el blog los cuentos que voy encontrando y que nos permitirán reflexionar
sobre sus enseñanzas.
Como estamos al comienzo del
curso escolar dejo aquí este cuento que espero nos permita reflexionar sobre
nuestro sistema de enseñanza y sobre la educación.
Erase una vez un niño que
acudía por primera vez a la escuela. El niño era muy pequeñito y la escuela muy
grande. Pero cuando el pequeño descubrió que podía ir a su clase con sólo
entrar por la puerta del frente, se sintió feliz.
Una mañana, estando el pequeño en la escuela, su maestra dijo: Hoy vamos a hacer un dibujo. Qué bueno- pensó el niño, a él le gustaba mucho dibujar, él podía hacer muchas cosas: leones y tigres, gallinas y vacas, trenes y botes. Sacó su caja de colores y comenzó a dibujar.
Una mañana, estando el pequeño en la escuela, su maestra dijo: Hoy vamos a hacer un dibujo. Qué bueno- pensó el niño, a él le gustaba mucho dibujar, él podía hacer muchas cosas: leones y tigres, gallinas y vacas, trenes y botes. Sacó su caja de colores y comenzó a dibujar.
Pero la maestra dijo: -
Esperen, no es hora de empezar, y ella esperó a que todos estuvieran
preparados. Ahora, dijo la maestra, vamos a dibujar flores. ¡Qué bueno! - pensó
el niño, - me gusta mucho dibujar flores, y empezó a dibujar preciosas flores
con sus colores.
Pero la maestra dijo: -
Esperen, yo les enseñaré cómo, y dibujó una flor roja con un tallo verde. El
pequeño miró la flor de la maestra y después miró la suya, a él le gustaba más
su flor que la de la maestra, pero no dijo nada y comenzó a dibujar una flor
roja con un tallo verde igual a la de su maestra.
Otro día cuando el pequeño niño entraba a su clase, la maestra dijo: Hoy vamos a hacer algo con barro. ¡Qué bueno! pensó el niño, me gusta mucho el barro. Él podía hacer muchas cosas con el barro: serpientes y elefantes, ratones y muñecos, camiones y carros y comenzó a estirar su bola de barro.
Pero la maestra dijo: - Esperen, no es hora de comenzar y luego esperó a que todos estuvieran preparados. Ahora, dijo la maestra, vamos a dibujar un plato. ¡Qué bueno! pensó el niño. A mí me gusta mucho hacer platos y comenzó a construir platos de distintas formas y tamaños.
Otro día cuando el pequeño niño entraba a su clase, la maestra dijo: Hoy vamos a hacer algo con barro. ¡Qué bueno! pensó el niño, me gusta mucho el barro. Él podía hacer muchas cosas con el barro: serpientes y elefantes, ratones y muñecos, camiones y carros y comenzó a estirar su bola de barro.
Pero la maestra dijo: - Esperen, no es hora de comenzar y luego esperó a que todos estuvieran preparados. Ahora, dijo la maestra, vamos a dibujar un plato. ¡Qué bueno! pensó el niño. A mí me gusta mucho hacer platos y comenzó a construir platos de distintas formas y tamaños.
Pero la maestra dijo:
-Esperen, yo les enseñaré cómo y ella les enseñó a todos cómo hacer un profundo
plato. -Aquí tienen, dijo la maestra, ahora pueden comenzar. El pequeño niño
miró el plato de la maestra y después miró el suyo. A él le gustaba más su
plato, pero no dijo nada y comenzó a hacer uno igual al de su maestra.
Y muy pronto el pequeño niño
aprendió a esperar y mirar, a hacer cosas iguales a las de su maestra y dejó de
hacer cosas que surgían de sus propias ideas.
Ocurrió que un día, su
familia, se mudó a otra casa y el pequeño comenzó a ir a otra escuela. En su
primer día de clase, la maestra dijo: Hoy vamos a hacer un dibujo. Qué bueno
pensó el pequeño niño y esperó que la maestra le dijera qué hacer.
Pero la maestra no dijo
nada, sólo caminaba dentro del salón. Cuando llegó hasta el pequeño niño ella
dijo: ¿No quieres empezar tu dibujo? Sí, dijo el pequeño ¿qué vamos a hacer? No
sé hasta que tú no lo hagas, dijo la maestra. ¿Y cómo lo hago? - preguntó. Como
tú quieras contestó. ¿Y de cualquier color? De cualquier color dijo la maestra.
Si todos hacemos el mismo dibujo y usamos los mismos colores, ¿cómo voy a saber
cuál es cuál y quién lo hizo? Yo no sé, dijo el pequeño niño, y comenzó a
dibujar una flor roja con el tallo verde.”
Helen Buckley
Helen Buckley
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