En una escuela, un día un
niño le preguntó a su maestra: “Maestra… ¿qué es el amor?”. La maestra se quedó
impresionada por la pregunta, poco común en un niño tan pequeño. Como ya era
hora del recreo, la maestra dijo a sus alumnos que salieran al patio y buscaran
cosas que les hubieran hecho pensar en el amor.
Los niños empezaron a buscar
objetos y cosas que les gustaran mucho y les despertaran ese sentimiento. Y, a
su vuelta, se lo enseñaron a la maestra. El primer niño dijo: “Yo he traído
esta flor, ¿verdad que es bonita?”. Otro de los alumnos trajo un pajarito que
había encontrado en un nido. “Me ha parecido muy mono y gracioso”, dijo.
Cada uno de los niños mostró
al resto de clase qué habían encontrado en el patio que les hubiera gustado
mucho. Pero, al final, la maestra se dio cuenta de que una niña no había traído
nada. La maestra le preguntó: “Lucía,
¿no has encontrado nada que puedas querer?”. La niña, avergonzada, le dijo:
- Lo siento mucho, maestra.
Vi la flor que ha traído Juan y me encantó su perfume. Quise arrancarla pero
pensé que era mejor dejarla para poder olerla siempre. Vi mariposas preciosas,
llenas de color, pero parecían tan felices que no quise coger ninguna. También
encontré el pajarito de Luís en su nido, pero al subir al árbol vi a su madre
que me miraba muy triste y no quise quitárselo… Así que he traído conmigo el
aroma de la flor, la libertad de las mariposas y la mirada de gratitud de la
madre del pajarito. Pero no os lo puedo enseñar.
La maestra, emocionada por
la historia de la niña, le dio las gracias y le dijo que fue la única que se
dio cuenta que aquello que amamos no es un trofeo y no podemos exhibirlo como
tal. El amor se siente y se lleva en el corazón, y es algo que no podemos
obtener por la fuerza.
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