domingo, 28 de septiembre de 2014

EL CUENTO DE LA SEMANA. ¿QUÉ ES EL AMOR?

En una escuela, un día un niño le preguntó a su maestra: “Maestra… ¿qué es el amor?”. La maestra se quedó impresionada por la pregunta, poco común en un niño tan pequeño. Como ya era hora del recreo, la maestra dijo a sus alumnos que salieran al patio y buscaran cosas que les hubieran hecho pensar en el amor.

Los niños empezaron a buscar objetos y cosas que les gustaran mucho y les despertaran ese sentimiento. Y, a su vuelta, se lo enseñaron a la maestra. El primer niño dijo: “Yo he traído esta flor, ¿verdad que es bonita?”. Otro de los alumnos trajo un pajarito que había encontrado en un nido. “Me ha parecido muy mono y gracioso”, dijo.

Cada uno de los niños mostró al resto de clase qué habían encontrado en el patio que les hubiera gustado mucho. Pero, al final, la maestra se dio cuenta de que una niña no había traído nada. La maestra  le preguntó: “Lucía, ¿no has encontrado nada que puedas querer?”. La niña, avergonzada, le dijo:

- Lo siento mucho, maestra. Vi la flor que ha traído Juan y me encantó su perfume. Quise arrancarla pero pensé que era mejor dejarla para poder olerla siempre. Vi mariposas preciosas, llenas de color, pero parecían tan felices que no quise coger ninguna. También encontré el pajarito de Luís en su nido, pero al subir al árbol vi a su madre que me miraba muy triste y no quise quitárselo… Así que he traído conmigo el aroma de la flor, la libertad de las mariposas y la mirada de gratitud de la madre del pajarito. Pero no os lo puedo enseñar.


La maestra, emocionada por la historia de la niña, le dio las gracias y le dijo que fue la única que se dio cuenta que aquello que amamos no es un trofeo y no podemos exhibirlo como tal. El amor se siente y se lleva en el corazón, y es algo que no podemos obtener por la fuerza.

domingo, 21 de septiembre de 2014

EL CUENTO DE LA SEMANA. EL PROBLEMA

El Gran Maestro de un monasterio zen tenía que elegir un sustituto para ocupar el puesto del guardián, quien había fallecido pocos días antes. El gran maestro reunió a todos los discípulos del guardián en una sala y les explicó por qué los había reunido allí:

-Ha llegado el momento de elegir un sustituto de entre todos vosotros. Para ello, voy a presentaros un problema. El que lo resuelva primero, será el nuevo guardián del templo.

Entonces, puso en el centro de la sala una mesa y, encima de ella, un precioso jarrón de porcelana con una bonita rosa roja y anunció: “Aquí tenéis el problema”. Los discípulos no entendían nada. Era un jarrón precioso pero… ¿Cuál era el misterio? ¿Qué representaba? ¿Qué debían resolver?

Ante el estupor de los discípulos, uno de ellos se levantó y se acercó al jarrón. el discípulo, sin pensárselo dos veces, cogió el jarrón y lo tiró al suelo. El jarrón quedó hecho añicos y el resto de discípulos se quedaron sin habla después de la actitud de su compañero.

Todos los discípulos temían el enfado del Gran Maestro. Éste se levantó, serio, y se acercó al discípulo que había roto el jarrón diciéndole:


-Felicidades, serás el nuevo guardián. Dije bien claro que os encontrabais ante un problema. Da igual lo bonitos que sean o lo mucho que nos atraigan, un problema siempre será eso, un problema. Y, como tal, deben ser resueltos. Un problema puede ser este precioso jarrón, un amor que ya no tiene sentido o un camino que debemos abandonar. Sólo hay una forma de solucionar un problema: afrontarlo de frente.

viernes, 19 de septiembre de 2014

DE VOCACIÓN...MAESTRO

Recojo ahora una historia que encontré en la red y que demuestra que en el oficio de maestro (como en cualquier otro en realidad) lo más importante no son los conocimientos o habilidades que se tengan, sino la actitud con la que uno afronta cada día su trabajo.

Esta historia está dedicada a todos esos maestros, a todos esos profesionales en general, que se esfuerzan por dar lo mejor de sí mismos en su trabajo. A todos ellos gracias por creer que un mundo mejor es posible y, sobre todo, por intentar lograrlo. Para todos esos maestros “de alma”, de vocación, que, a pesar de la que está cayendo, se esfuerzan cada día por cumplir su compromiso con sus alumnos, sin excusarse en falta de medios o en la falta de una política valiente y consensuada para la formación. Es la hora de los valientes…

Hace años, un inspector visitó una escuela de primaria. En su recorrido observó algo que le llamó poderosamente la atención, una maestra estaba atrincherada detrás de su escritorio, los alumnos hacían gran desorden; el cuadro era caótico.

Decidió presentarse: - Permiso, soy el inspector de turno...¿algún problema?
- Estoy abrumada señor, no sé qué hacer con estos chicos... No tengo láminas, el Ministerio no me manda material didáctico, no tengo nada nuevo que mostrarles ni que decirles...

El inspector, que era un docente de alma, vio un corcho en el desordenado escritorio. Lo tomó y con aplomo se dirigió a los chicos preguntando: - ¿Qué es esto?
- Un corcho señor... -gritaron los alumnos sorprendidos.
- Bien, ¿De dónde sale el corcho?
- De la botella señor. Lo coloca una máquina.., del alcornoque, de un árbol .... de la madera..., - respondían animosos los niños.
- ¿Y qué se puede hacer con madera?, -continuaba entusiasta el inspector.
- Sillas..., una mesa..., un barco...
- Bien, tenemos un barco. ¿Quién lo dibuja? ¿Quién hace un mapa en la pizarra y coloca el puerto más cercano para nuestro barquito? Escriban a qué provincia pertenece. ¿Y cuál es el otro puerto más cercano? ¿A qué país corresponde? ¿Qué poeta conocen que nació allí? ¿Qué produce esta región? ¿Alguien recuerda una canción de este lugar? - Y comenzó una tarea de geografía, de historia, de música, economía, literatura, religión, etc.

La maestra quedó impresionada. Al terminar la clase le dijo conmovida:- Señor, nunca olvidaré lo que me enseñó hoy. Muchas Gracias.

Pasó el tiempo. El inspector volvió a la escuela y buscó a la maestra. Estaba acurrucada atrás de su escritorio, los alumnos otra vez en total desorden...
- Señorita...¿Qué pasó? ¿No se acuerda de mí?

- Si señor, ¡cómo olvidarme! Que suerte que regreso. No encuentro el corcho. ¿Dónde lo dejó?

lunes, 1 de septiembre de 2014

SEPTIEMBRE ES EL MES DE NUEVOS PROYECTOS Y BÚSQUEDA DE NUEVOS HORIZONTES

Después de tres meses de ausencia por este blog, y con la llegada de septiembre volvemos a retomar nuevos proyectos y nuevos horizontes.

La llegada de septiembre supone para muchos, por no decir para la gran mayoría, el inicio de un nuevo año e incluso de un nuevo ciclo en nuestras vidas. Esos primeros días de septiembre suponen la oportunidad para plantearse nuevos objetivos, para desempolvar y dar forma a esos proyectos que imaginamos durante las vacaciones, la oportunidad de enderezar, replantearnos la marcha del año, de corregir el rumbo, de darle una nueva oportunidad a nuestros anhelos. En definitiva, que todo nuevo comienzo supone abrir la puerta a una nueva posibilidad.

Pero esto, no muchas veces es visto así por algunas personas que, piensan que la suerte de la vida no les acompaña. Para esas personas que, piensan de esa forma, les dejo aquí una historia que encontré un día en la red y que he publicado varias veces en el blog, pero que no me canso de leer y de reflexionar.

Había una vez un hombre que no tenía suerte. Tan cansado estaba de arrastrar su mala fortuna que un día decidió salir en busca del mismísimo Dios para preguntarle el motivo de su mala fortuna. Caminó y caminó durante varios días hasta que finalmente llegó hasta la orilla de un río. Allí, tumbado junto a sus aguas, vio a un lobo que se encontraba extremadamente delgado y sin fuerzas. Cuando el lobo vio acercarse al hombre le preguntó:

-Hombre, ¿a dónde vas?

-Voy en busca de Dios para preguntarle el motivo de mi mala suerte- contestó el hombre.

-Hombre- dijo el lobo- si encuentras a Dios, ¿puedes preguntarle por qué estoy tan débil y delgado y qué puedo hacer para remediarlo?

-Sí, si encuentro a Dios se lo preguntaré, no te preocupes- contestó el hombre y siguió caminando.

Caminó y caminó hasta llegar junto a un inmenso árbol que había perdido todas sus hojas. Cuando el hombre pasó junto al árbol este le dijo:

-Hombre, ¿a dónde vas?

-Bueno… voy a buscar a Dios para preguntarle el motivo de mi mala suerte.

-Ah por favor, si encontrarás a Dios, ¿podrías preguntarle por qué estoy tan enfermo y qué puedo hacer?- dijo el árbol con voz cansada.

-Pierde cuidado, si lo encuentro se lo preguntaré.

El hombre reemprendió su camino hasta que, ya anocheciendo llegó a una preciosa casa rodeada de un cuidado jardín. De la casa salió una bellísima mujer que se dirigió al caminante:

-Hombre- dijo suspirando- ¿a dónde vas?

El hombre volvió a repetir su respuesta: -Voy a buscar a Dios para preguntar por qué no tengo suerte.

-Vaya, si fueras tan amable, podrías preguntarle por qué estoy tan triste y sola y qué puedo hacer- pidió la mujer.

-Por supuesto- contestó el hombre- cuando lo encuentre se lo preguntaré.

El hombre siguió su camino durante varios días hasta que finalmente, al dar la vuelta a una esquina, tropezó de frente con el mismísimo Dios.

-¡Ay!- dijo el hombre- ¡Por fin os encuentro! Mirad señor, he venido a buscaros porque quiero saber por qué no tengo suerte.

-Te aseguro que tienes mucha suerte- le contestó Dios- y qué además tu suerte está ahí fuera, esperándote. Sólo tienes que estar atento, buscarla y la encontrarás.

- ¿De verdad?- preguntó incrédulo el hombre- ¿De verdad que voy a tener suerte?

-Te doy mi palabra de que lo que acabo de decirte es cierto- contestó Dios un tanto ofendido por las dudas.

El hombre se puso tan contento que salió sin despedirse a encontrarse con su nueva suerte cuando, de repente, recordó las preguntas del lobo, del árbol y de la bella mujer y volvió sobre sus pasos para preguntar a Dios. Dios le escuchó y le dio una respuesta para cada uno. El hombre tras agradecerle su atención, se despidió y salió corriendo en busca de su fortuna.

Según desandaba el camino el hombre se esforzó por estar atento para poder encontrar su suerte. Enseguida llegó hasta la preciosa casa del jardín donde la bella mujer le esperaba en la entrada. Iba vestida con un escotado vestido que realzaba, aún más, su enorme belleza.

-Hombre, ¿encontraste finalmente a Dios?, ¿pudiste hablar con él?

-¡Oh sí!- dijo el hombre con entusiasmo- encontré a Dios y me dijo que mi suerte está por aquí, que sólo tengo que estar atento y encontrarla.

- Hombre, ¿le preguntaste a Dios por qué estoy tan sola y triste y qué puedo hacer?

-¡Ah sí! Dios me dijo que estás sola y triste porque vives aquí sola, pero que si consigues un amante… ya nunca más estarás sola y triste.

La mujer dejó caer sutilmente el tirante de su vestido y susurró con pasión al oído del hombre:

-Hombre, quédate a vivir conmigo en esta preciosa casa. Disfruta de mi joven y hermoso cuerpo. ¡Sé tú mi amante!

El hombre quedó boquiabierto ante tal proposición, incluso le temblaban las rodillas, pero entonces le contestó:

-¡Me encantaría! En realidad eres la mujer más hermosa que he visto jamás, la amante que siempre soñé pero, no puedo detenerme ahora. ¿Estoy buscando mi suerte! Está aquí, cerca, en algún lugar, Dios me lo ha prometido. Lo siento, pero tengo que encontrarla.

Y el hombre continuó su viaje pensando que si encontraba pronto su suerte volvería para convertirse en el amante de aquella preciosa mujer. Al poco tiempo llegó junto al viejo árbol.

-Hombre, ¿encontraste a Dios?

-Sí, lo encontré y, ¿sabes una cosa? ¡Mi suerte está por aquí, sólo tengo que buscarla y encontrarla!

-¡Oh, cuánto me alegro! – contestó el árbol. ¿Le preguntaste a Dios por qué estoy tan enfermo?

-Sí, también se lo pregunté. Dios me dijo que estabas tan enfermo porque enterrado entre tus raíces hay un inmenso cofre con un tesoro y si encuentras a alguien que lo desentierre tus hojas volverán a brotar con fuerza.


-Hombre, por favor, coge tú el tesoro.

-¡Oh árbol cuánto me gustaría poder ayudarte! Pero no puedo detenerme, ¿entiendes? Estoy buscando mi suerte, sé que está por aquí cerca. Tengo que ir a buscarla.

El árbol, desesperado, insistió: - Mira, tienes una pala ahí al lado. Sólo te llevará unos pocos minutos. ¡Por favor, sácame el tesoro enterrado!

-Lo siento mucho árbol, tengo que seguir con mi búsqueda, pero no te preocupes, seguro que pronto pasará alguien que te quiera ayudar- y el hombre siguió su camino.

Llegó hasta el río donde encontró al lobo aún más débil y delgado que antes.

-Hombre, hombre… ¿encontraste a Dios?

- ¡Oh sí lo encontré! ¿Y sabes una cosa? Mi suerte está por aquí, sólo tengo que ir a buscarla y encontrarla.

-Hombre – susurro el hombre con sus pocas fuerzas- ¿le preguntaste a Dios por qué estoy tan débil y delgado y qué puedo hacer?

-¡Oh claro!- dijo el hombre servicial- Dios me dijo que si te comes al primer tonto que pase por aquí recuperarás tus fuerzas y ya nunca más estará débil y delgado.

El lobo lo miró, reunió las últimas fuerzas que le quedaban y, de un enorme salto se abalanzó sobre el hombre y lo devoró.

FELIZ REFLEXIÓN E INICIO DE TEMPORADA.