Un año más, los alumnos de
15 y 16 años de Shanghái, que no del resto de China, vuelven a
liderar el informe de educación PISA, que ha evaluado a medio millón de
estudiantes de 65 países. Obteniendo las notas más altas en matemáticas,
lectura y ciencias, sus conocimientos equivalen a como si hubieran estudiado
dos o tres años más que la media escolar en las 34 naciones que componen la
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), las más
avanzadas del planeta. Cuando se comparan con otros Estados más pobres como
Perú, cuyos alumnos ocupan el último lugar en matemáticas, los de Shanghái
están seis cursos por delante.
A la vista de estos
resultados, los medios y expertos de todo el mundo vuelven a rendirse ante la
inteligencia de los adolescentes no solo de Shanghái, sino también de Singapur,
Japón, Corea del Sur, Hong Kong, Taiwán y Macao, que encabezan los
primeros puestos de todas las clasificaciones.
¿Pero cuál es el secreto para
que la educación en Asia sea tan brillante? ¿Es que los orientales son más
listos que los demás? Según explicó a la CNN Andreas Schleicher, consejero
especial de Educación de la OCDE y responsable del programa PISA, «se trata de una
cuestión de trabajo duro más que de inteligencia». A su juicio, «en China y
Shanghái tienes nueve de cada diez estudiantes diciéndose "Depende de mí,
si hago el esfuerzo, mis profesores me van a ayudar a tener éxito",
mientras que en Japón más del 80 por ciento se niega a aparcar los problemas y
el 68 por ciento rechaza renunciar fácilmente cuando encuentra una dificultad».
Aparte de sus motivaciones,
lo cierto es que los alumnos chinos de las grandes ciudades se pasan el
día entero estudiando y no descansan ni durante los fines de semana,
cuando sus padres los llevan a clases privadas de piano, ballet, pintura o
inglés. Por lo general, los escolares chinos tienen al menos nueve asignaturas
y 34 horas de clases por semana, que se suman a los deberes y a las lecciones
particulares de refuerzo que reciben al volver a casa por la tarde, que les
suelen ocupar hasta por la noche.
En una sociedad tan
competitiva como la china, los esfuerzos no los hacen los alumnos, sino también
los padres, que se mudan cerca de los mejores colegios públicos para asegurarse
de que sus hijos pasen el «gao kao», el examen que, al igual que la
Selectividad en España, determina las notas de acceso a la Universidad. Para
aprobarlo, los estudiantes deben memorizar durante tres años seis libros
por asignatura. Como complemento, las familias invierten auténticas fortunas en
cursos de idiomas y actividades extraescolares. El problema es que los alumnos
chinos están tan ocupados estudiando que no tienen tiempo para descubrir lo que
realmente les gusta, por lo que llegan a la Universidad sin una motivación
clara.
Por último, hay que aclarar
que el informe PISA solo tiene en cuenta a Shanghái y no a otros
lugares menos desarrollados de China donde sus notas no serían tan altas.
Tomado del díario ABC
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