Hace años, un inspector
visitó una escuela primaria. En su recorrido observó algo que le llamó
poderosamente la atención, una maestra estaba atrincherada atrás de su
escritorio, los alumnos hacían gran desorden; el cuadro era caótico.
Decidió presentarse:
- “Permiso, soy el inspector
de turno... ¿algún problema?”
- “Estoy abrumada señor, no sé
qué hacer con estos chicos... No tengo láminas, el Ministerio no me manda
material didáctico, no tengo nada nuevo que mostrarles ni qué decirles...”
El inspector, que era un
docente de alma, vio un corcho en el desordenado escritorio. Lo tomó y con
aplomo se dirigió a los chicos:
- “¿Qué es esto?”
- “Un corcho señor...”,
gritaron los alumnos sorprendidos.
- “Bien, ¿De dónde sale el
corcho?”
- “De la botella señor. Lo
coloca una máquina.., del alcornoque, de un árbol .... de la madera...”,
respondían animosos los niños.
- “¿Y qué se puede hacer con
madera?”, continuaba entusiasta el docente.
- “Sillas..., una mesa...,
un barco...”
- “Bien, tenemos un barco.
¿Quién lo dibuja? ¿Quién hace un mapa en el pizarrón y coloca el puerto más
cercano para nuestro barquito? Escriban a qué provincia argentina pertenece. ¿Y
cuál es el otro puerto más cercano? ¿A qué país corresponde? ¿Qué poeta conocen
que allí nació? ¿Qué produce esta región? ¿Alguien recuerda una canción de este
lugar?...”, y comenzó una tarea de geografía, de historia, de música, economía,
literatura, religión…
La maestra quedó
impresionada. Al terminar la clase le dijo conmovida:
- “Señor, nunca olvidaré lo
que me enseñó hoy. Muchas gracias.”
Pasó el tiempo. El inspector
volvió a la escuela y buscó a la maestra. Estaba acurrucada atrás de su
escritorio, los alumnos otra vez en total desorden...
- “Señorita... ¿Qué pasó?
¿No se acuerda de mí?”
- “Sí señor, ¡cómo
olvidarme! Qué suerte que regresó. No encuentro el corcho.
¿Dónde lo dejó?”
Enrique Mariscal
No hay comentarios:
Publicar un comentario