Profesores y filósofos
responden a estas preguntas: ¿a quién se le ocurre relegar el pensamiento en la
enseñanza? ¿Qué repercusión tiene esta ausencia en el aprendizaje de la vida?
Pero ¿a quién se le ocurre
quitar la Filosofía de la primaria, de la secundaria, del
bachillerato? Al Gobierno. Y, ¿por qué? Además, ¿a quién sirve que el
pensamiento se relegue entre las materias que forman parte del aprendizaje de
la vida? ¿Cómo han reaccionado los filósofos? ¿Y los que enseñan Filosofía?
Pues con estupor, cómo van a reaccionar.
Fuimos con esas preguntas y
otras a distintos representantes del primer argumento de la educación: la
enseñanza. Respondió así Xavier Serra, profesor de Filosofía y Ética y
responsable de Filosofía en el Instituto Salvador Espriu de Girona. ¿Qué
supone este desmejoramiento de la Filosofía en la enseñanza?: “En realidad, hay
que decir que la Filosofía en sí está en plena forma, que la gente —los ciudadanos
reflexivos, sensibles a los valores, conscientes de su responsabilidad...—
sigue pensando con profundidad filosófica. Lo que está muy mal es la clase
política, que mete su zarpa en la capacidad crítica y la autonomía mental de
los ciudadanos permitiendo, sin inmutarse, la telebasura y la pobreza mental en
el ámbito público”.
Serra cree que “leyes
ideológicas de educación como la que se acaba de aprobar pretenden eliminar
—sencillamente, a un plazo no muy largo— un área docente de la enseñanza
secundaria y, si pudieran, de la universitaria: la filosofía se enseña al menos
desde la Academia de Platón hace 2.500 años, y una generación de personajes
pendientes solo de los votos, de los resultados PISA y de moverse para seguir
flotando, la pretenden aniquilar”.
Serra constata, con cierto
regocijo melancólico, el acuerdo unánime del Parlament de Cataluña a favor de
la enseñanza de filosofía y ética “en un currículum básico del alumnado”. “Es
una proposición no de ley... Se pide al Gobierno catalán que comunique al
Gobierno del Estado el error que está cometiendo en este punto. Pero lo
importante no es solo la unanimidad, ni tan solo la claridad, sino la explícita
aseveración de dar esa formación a nuestros jóvenes. ¿Quién podría oponerse?
Nunca se respetará la dignidad humana, ni la pluralidad de opiniones, ni el
deseo noble de buscar el bien común si se niega la filosofía: en eso están de
acuerdo el 100% de los representantes electos de Cataluña”.
Y mucha más gente. Por
ejemplo, el filósofo Ángel Gabilondo, que fue ministro de Educación en el
último Gobierno socialista y que sigue siendo catedrático de Metafísica en
la Universidad Autónoma. Él dice: “La filosofía es determinante para impulsar
el camino hacia un pensamiento crítico, racional y razonable. Es indispensable
conocer no solo la historia de las ideas, también la historia del pensamiento,
la generación de determinados conceptos, la visión que procuran, sus efectos y
su funcionamiento. Pensar no es una mera actividad mental, comporta todo un
modo de hacer y de proceder. Y requiere conocimiento”.
¿Qué supone esta dejadez?
Según el filósofo Gabilondo, “la filosofía es un modo de saber, necesario para
comprender el seguimiento de las categorías que constituyen nuestro presente,
que se cuestiona sobre el estado de cosas, lo problematiza y abre posibilidades
de pensar de otra manera. En este sentido, no resulta cómoda para los amigos de
lo convencional. Que se lo plantee no significa que no aporte respuestas, que
siempre zanjan la pregunta, sino que a menudo la desplazan hacia posiciones
menos cómodas y más ricas”. Para quienes consideran que el conocimiento ha de
ser inmediatamente aplicable, añade Gabilondo, “y es únicamente interesante
como medio o instrumento, semejante pensar les resulta infecundo”.
Por ahí va el argumento de
Antonio Campillo, presidente de la Red Española de Filosofía. Él cree que la
reducción drástica de los estudios de Filosofía en la LOMCE “responde a razones
claramente ideológicas”. Y cita estas dos: “Por un lado, la Ética de Cuarto de
la ESO (actualmente denominada Ético-Cívica) se suprime, al igual que la
Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos de Segundo de la ESO, para
potenciar en su lugar la Religión, de modo que la Ética deja de ser una materia
filosófica común para todo el alumnado y se convierte en una alternativa a la
Religión bajo el nombre de Valores Éticos, devaluando su dimensión filosófica y
eliminando su obligatoriedad”.
La segunda razón
“ideológica”, según Campillo: “La Historia de la Filosofía de segundo de
Bachillerato también deja de ser obligatoria para todo el alumnado (ni siquiera
es obligatoria en el bachillerato de Humanidades y Ciencias Sociales), porque
se trata de potenciar la Historia de España, reservándose el ministerio la
fijación del 100% de los contenidos de esta última asignatura, para no dejar
margen competencial alguno a las comunidades autónomas, especialmente Cataluña
y el País Vasco”.
¿Esto es así tan solo,
profesor Campillo, o es una tendencia europea? “No hay una norma común en toda
Europa. Hay países que incluyen la formación filosófica incluso desde la educación
primaria, como Francia o Finlandia, porque la entienden como una manera de
aprender a pensar desde la infancia, y hay otros países que, por el contrario,
prefieren potenciarla en la Universidad, incluyendo títulos mixtos de Economía
y Filosofía, o Derecho y Filosofía, etcétera, como en el Reino Unido. No
obstante, hay una preocupante tendencia a identificar la sociedad del
conocimiento con la trinidad I+D+I, de modo que se está imponiendo una
concepción cada vez más tecnocrática y mercantilista del conocimiento, con la
consiguiente devaluación de los saberes artísticos y humanísticos...”.
Aporta Campillo un
preocupante ejemplo: “Se está llevando a cabo una reforma educativa en las
Escuelas Europeas, que dependen de la UE y tienen centros en varios países del
continente, entre ellos, España: pues bien, en esa reforma se pretende suprimir
la Filosofía en los cursos de Ciencias, mientras que los alumnos de Humanidades
contarían solo con una optativa, de modo que sería perfectamente posible
estudiar en las Escuelas Europeas, sea en la modalidad de Ciencias o en la de
Humanidades, sin haber cursado ninguna materia de Filosofía; en resumen, la
reforma prevista supondría la eliminación casi completa de la Filosofía en las
Escuelas Europeas”.
José Luis Pardo, filósofo
ejerciente, analiza así las consecuencias que este desentendimiento de la
filosofía tendrá en la enseñanza. “Todas las políticas educativas que se han
emprendido en los últimos tiempos (como el plan Bolonia en las Universidades)
tendrán, en el plazo medio y largo, graves consecuencias. Por lo que hace a
esta reforma, no creo que hagan a nuestros jóvenes más sabios en matemáticas (a
pesar de que esta es una de sus principales coartadas), estoy seguro de que no
los harán mejores en Lengua (porque para ser bueno en lengua hace falta la
poesía, que tampoco da de comer —ni siquiera de merendar, decía José Hierro—),
y aunque la otra gran coartada es que mejorará nuestro puesto en el informe
PISA esta es una promesa de futuro que permanece aún en lo quimérico, mientras
que los daños provocados por el ‘recorte intelectual’ que constituye la
disminución del horario lectivo de la Filosofía y de la Ética son bien ciertos
e irrefutables”.
¿Estos son los daños que
produce la dejadez?: “Desde luego”, dice Pardo, “es cierto que la filosofía no
da dinero ni poder, pero la cuestión es que ni los mercados ni los ministerios
pueden evitar que los seres humanos no estemos hechos exclusivamente para la
rentabilidad. Alguien puede tener la ilusión de que, con estos cambios neoliberales
en la cultura educativa, nuestra sociedad volverá pronto a la prosperidad...
Pero la cuestión es que —como la crisis económica nos ha enseñado—, esa
presunta riqueza hoy tan añorada puede ser también una forma de pobreza que,
aunque sea menos ostentosa que la de las hambrunas, no es ni menos grave, ni
menos injusta ni menos inhumana”.
“Y para combatir esa otra
miseria que asola los países dejando en los huesos su espíritu”, dice el
catedrático de Corrientes Actuales de la Filosofía de la Complutense, “de nada
sirven los discursos propagandístico-ideológicos ni los rankings
internacionales. La filosofía, y en general las humanidades, son justamente lo
único con lo que poder alimentar un hambre de la que parece que quieren
quitarnos hasta el gusanillo, a ver si a fuerza de disimular nuestra indigencia
cultural nos resignamos a ser pobres de espíritu, sumisos y tristes”.
Sumisos y tristes, dice
Pardo. ¿Cómo le ve su colega Manuel Cruz, filósofo también, que imparte su
cátedra en la Universidad de Barcelona? ¿A qué se debe este desdén?. “Creo que
se trata, en efecto, más de un desdén que de una planificada campaña en contra
de la filosofía. Parece claro que las más altas autoridades tienen una
concepción del proceso educativo extremadamente técnico-instrumental. No les
importa otra cosa que no sea la adecuación al mercado de trabajo por parte de
programas de estudio en sus diferentes niveles. De hecho, el propio ministro
José Ignacio Wert llegó a hacer recientemente unas declaraciones en las que
consideraba motivos espurios para decidir a qué se quería uno dedicar en la
vida (esto es, a la hora de elegir una carrera) cosas tales como la pasión por
una disciplina, la vocación, el deseo de enriquecer la propia tradición o
similares. Lo que debía primar, según él, eran “las necesidades de la sociedad
(esto es, del sistema económico)”.
Dos testimonios más, una
profesora ejerciente de instituto y una profesora ya jubilada. Esperanza
Rodríguez insiste en motivos ideológicos: “Eliminar la Historia de la Filosofía
de las troncales obligatorias en segundo de Bachillerato facilita la
implantación de la Historia de España como asignatura obligatoria para la
prueba de evaluación final. Igualmente ideológica es la decisión de eliminar la
obligatoriedad de cualquier materia ética, ahora sólo será alternativa a la
Religión... Me temo que nuestros políticos (algunos) son un poco ciegos y no
saben ver la importancia propedéutica que para la lectura comprensiva y la
argumentación tiene esta materia”.
Ana Hardisson, ¿qué repercusión
tiene en la formación de los chicos esta ignorancia? “La carencia fundamental
en la formación del alumnado que no estudia filosofía es la falta de
pensamiento crítico. Además de la carencia cultural que implica ignorar la
historia del pensamiento occidental. No conocer el pensamiento lleva a no
entender adecuadamente los distintos momentos históricos y culturales. Por
ejemplo, no se puede entender la Revolución Francesa y la Ilustración, sin
conocer el pensamiento moderno racionalista y empírico. De igual modo, no
entenderíamos el romanticismo sin conocer El idealismo de Kant y Hegel.
Asimismo, no se entienden las revueltas europeas del XIX sin conocer a Marx. El
resultado de todo esto será un alumnado más sumiso, menos culto, menos crítico,
menos maduro intelectualmente hablando y más fácil de convencer con cualquier
propaganda”.
Como diría Pardo, la
ausencia de filosofía construirá un ciudadano más gris y más triste. Pobre
filosofía, camino de ser una ‘maría’ más.
JUAN CRUZ. EL PAIS. 1 Enero
2014