Comienzo el año, con las
ilusiones y los proyectos que siempre se marcan al comenzar un nuevo año
y con los objetivos de seguir manteniendo este blog. En el cual, he ido durante
este primer año dejando mis reflexiones, sobre la vida, la educación, la
formación, y especialmente sobre la necesidad de esa formación durante todo la
vida.
Vuelvo hoy, a compartir la preciosa
historia con la cual abría este blog y que marca un poco la esencia de él. Una
historia que, refleja mis sueños y posiblemente los de aquellos que se atreven
a luchar por sus sueños, con independencia de que finalmente los consigan o no.
Con ello, sigo manteniendo
la línea de poner los domingos los cuentos, que tanta experiencia humana
representa.
Había una vez…
Una pequeña oruga caminaba
un día en dirección al sol. Muy cerca del camino se hallaba un saltamontes.
-¿Hacía dónde te diriges?-
le preguntó sin dejar de caminar.
La oruga respondió:- Anoche
tuve un sueño. Soñé que desde la cima de la gran montaña yo miraba todo el
valle. Me gustó lo que soñé y he decidido realizarlo.
Sorprendido el saltamontes
le dijo a la oruga mientras se alejaba: -¡Tú estás loca! ¿Acaso crees que
podrás llegar allí? Tú eres una simple oruga, para ti una piedra ya es una
montaña y un charco, un mar; cualquier tronco, una muralla infranqueable.
Pero la oruga ya se había
alejado lentamente y continuaba su marcha sin parar.
De pronto, la oruga oyó la
voz de un escarabajo: -¿Hacía dónde vas oruga, tan decidida?
Sudando, la oruga le dijo
jadeante: - Tuve un sueño que me gustó tanto que decidí realizarlo. Voy a subir
a esa montaña y desde la cima contemplaré todo nuestro mundo.
El escarabajo no pudo aguantarse
la risa, soltó una carcajada y le dijo: -Ni yo, con patas grandes, intentaría
realizar algo tan ambicioso.
Y se quedó en el suelo,
tumbado de la risa, mientras la oruga continuaba su camino, avanzando
centímetro a centímetro.
De la misma forma que había
encontrado al saltamontes y al escarabajo, la oruga se topó en su camino con la
araña, el topo, la rana y la flor. Todos le aconsejaron desistir de su empeño:
-¡No lo lograrás jamás! Estás perdiendo el tiempo. Sería mejor que te
resignaras a ser una oruga. ¡Eres demasiado ambiciosa!
Pero dentro de la oruga
había un fuerte impulso que la hacía seguir. Cansada cada vez más, agotada y
sin fuerzas, hubo un momento en que se sintió morir y decidió parar a descansar
y construir, con su último esfuerzo, un lugar donde pasar la noche.
-¿Estaré mejor mañana? – fue
lo último que la oruga dijo, y murió.
Todos los animales del valle
fueron a mirar sus restos. Ahí estaba el animal más loco del pueblo. Había
construido como tumba un monumento a la insensatez: ahí estaba un duro refugio,
digno de alguien que murió por querer realizar un sueño irrealizable.
Una mañana en la que el sol
brillaba de manera especial, todos los animales se congregaron en torno a
aquello que se había convertido en una advertencia para los atrevidos. De
pronto, quedaron atónitos. Aquella concha dura comenzó a quebrarse y, con
asombro, vieron unos ojos y unas antenas que no podían ser los de la oruga que
creían muerta.
Una bella mariposa voló
hacia la cima de la montaña y admiró todo el valle.
Texto extraído del libro
“Aplícate el cuento” de Jaume Soler y Mercè Conangla publicado por editorial
Amat.
FELIZ Y PRÓSPERO AÑO 2014.
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