Ya sé que siempre nos han
contado cuentos para acostarnos, para dormir, aunque si he de ser sincero, a mí
los cuentos que más me gustan son los que me ayudan a despertar.
Comparto hoy una historia
para reflexionar sobre la labor como profesores, sobre las tan repetidas quejas
de la falta de interés y de atención por parte de nuestros alumnos hacía
aquello que les explicamos. El cuento de hoy es una historia que muestra el
camino para atrapar, para atraer, para “enamorar” como dice el cuento, a nuestros
alumnos. Una herramienta para luchar contra la desmotivación y la apatía.
La historia transcurre el
primer día de clase cuando el nuevo profesor entra en el aula y sin tan
siquiera presentarse, ni plantear los objetivos, ni el programa de su
asignatura lo primero que hace es dirigirse al alumno sentado en la primera
fila preguntándole su nombre.
-Me llamo Luis, maestro –
Contesta el despistado alumno.
Lo segundo que hizo fue
gritarle a Luis que saliera de la clase inmediatamente. El alumno lo miró con
incredulidad y quiso protestar pero el maestro no le dio oportunidad.
-Cierra la puerta al salir.
¡No te quiero ver aquí! -Le gritó con autoridad.
Temblando de nervios, coraje
o qué se yo, tomó sus cosas y salió sin decir una palabra sin olvidarse de dar
un portazo para cerrar la puerta.
Todos nos quedamos
asombrados y en completo silencio. Mientras el maestro sacaba un libro de su
maletín, yo lo miraba y pensaba que era
un completo idiota y que seguramente nos haría la vida imposible todo el semestre.
¡Qué tipo tan insoportable!
Finalmente tomó asiento y
preguntó qué materia nos iba a dar.
¡Que ridículo! ¡Ni siquiera
sabía a qué venía! Todos, al mismo tiempo sacamos nuestro horario de clases y
dijimos al unísono: ¡INTRODUCCIÓN AL DERECHO!
-Muy bien. ¿Alguien tiene
idea de qué se va a tratar en esta clase?
Algunos, los que querían
impresionar al nuevo maestro levantaron la mano. El maestro señaló a uno de
ellos quien de inmediato dijo que se trataría del estudio de las leyes.
-Muy bien. ¿Alguien sabe
para qué sirven las leyes?
Varias respuestas tuvo esa
pregunta. Para tener una sociedad organizada. No. Para que todos estemos
obligados a cumplirlas. No. Para saber quiénes son los criminales. No... Y así,
uno por uno... hasta que alguien dijo la palabra mágica que el maestro
buscaba... Para que haya justicia.
-¡Ajá! Justicia. ¿Qué es la
justicia?
La justicia es no permitir
que se violen los derechos de los demás. -Bien, ¿qué más?... La justicia sirve
para regular las conductas de las personas. -Bien, ¿qué más?... La justicia es
buscar que cada persona obtenga lo que se merece.
-Bien, muchachos. Bien.
Ahora díganme... ¿Ustedes creen que hice bien en sacar a su compañero del aula?
Silencio. Miradas unos a
otros.
-¿Hice bien sí o no?
-¡Noooo!
-¿Cometí una injusticia?
-¡Sí!
-¿Y por qué nadie dijo nada?
¿De qué sirven las leyes, las normas y los reglamentos si no tenemos el valor
de aplicarlas? Todos estamos obligados a levantar la voz cuando vemos una
injusticia. Ustedes y yo. ¡Nunca se queden callados! Tras una breve pausa añadió:
Que alguien vaya a buscar a Luis.
Silencio. Todos nos
mirábamos con sonrisas idiotas. Alguien salió a buscar a Luis.
Esa mañana me enamoré de mi
maestro de Introducción al Derecho.
Este cuento lo encontré
recientemente en la página de Valeria Torres. ¿Alguien conoce una forma más
contundente de explicar los objetivos de una asignatura?
El cuento plantea la sutil
diferencia entre mostrar y demostrar, una de las claves de la verdadera
educación transformadora.
La Mariposa y el Elefante
No hay comentarios:
Publicar un comentario