¿Qué define al alumno más brillante? Que sus notas sean las
mejores, que sea el que luego consiga el mejor salario... ¿o tal vez al que su
creatividad le ha llevado a cosechar grandes logros y reconocimientos sociales? Kenneth
Ray Bain se quedó con esta última idea para
estudiar, a partir de la experiencia de 36 personalidades mundiales, qué tenían
en común de su paso por la universidad. Y el resultado son las siete
características que deben concurrir en una mente brillante.
Pero, ¿qué es lo que
hace que una mente sea brillante? Esto fue lo que se preguntó el profesor que
será investido este viernes doctor
honoris causa por la Universitat de València. Autor del best seller'Lo que
hacen los mejores profesores universitarios', Bain ha asesorado a medio millar de
universidades en todo el mundo y preside el 'Best Teachers Institute'. Estas
son sus siete respuestas a la pregunta.
Buscar respuestas
En
una conferencia en Valencia, el profesor desveló que las 36 personas a las que
entrevistó -incluido algún premio Nobel- «llegaron a la universidad con
intenciones profundas, con grandes preguntas que impulsaron sus propios
aprendizajes».
Automotivación
«Aprendieron
a motivarse a sí mismos y no se limitaron a buscar esa motivación en lo que les
ofrecía el sistema educativo, como podían ser las notas», relató Bain en la
Universitat Politècnica. La siguiente pregunta es cómo lo hicieron:«En lugar de
ver la educación como una mera oportunidad de aprender cosas nuevas, la vieron
como una oportunidad de desarrollar la potencia creativa de su mente, como una
forma de entenderse a sí mismos».
Aceptar el fracaso... y
aprender a beneficiarse de él
Conseguir
esto requiere de una inteligencia flexible, que se relaciona con «la capacidad
de hacerla crecer, de pensar que todavía queda algo por aprender». Eso sí, las
investigaciones de la psicóloga Carol Dweck concluyeron que esta inteligencia
«es condicionada», por lo que no va asociada al ADN.
Y
esto tiene mucho que ver con cómo padres y profesores educan a los niños.
«Decir a un niño que es inteligente como alabanza puede desarrollar en él la
inteligencia fija», la idea de que el coeficiente intelectual no varía a lo largo
de la vida y que no depende del propio esfuerzo el aprender más o menos. Por el
contrario, es más positivo para el niño reconocer el esfuerzo que ha hecho para
aprender algo. El resultado, una mente flexible y creativa.
Consolarse a sí mismo
El
profesor destacó que hay investigaciones que señalan que «la capacidad de
autoconsolarse es más potente que cualquier sentido de autoestima». Es más, «la
búsqueda de autoestima nos puede minar», y el esfuerzo de los educadores en
este sentido «puede provocar falsas alabanzas». Y autoconsolarse, al final, es
ser amable con uno mismo ante los errores, entender que cometerlos está en la
propia naturaleza del ser humano.
'Evitar la chuchería'
Walter
Mischel es el inventor del famoso test de la golosina. Si se le dice a un niño
que espere 15 minutos antes de comerse la chuchería para en vez de una tener
dos, ¿podrá evitar la tentación? «Quienes no se resistieron tuvieron de adultos
relaciones más inestables y menos éxito académico». De ahí el valor de la
«capacidad de diferir en el tiempo la gratificación».
Cómo funciona la mente
Aprender
esto es vital, en opinión de Bain. Y ello porque «los seres humanos construyen
modelos mentales de la realidad para navegar por el mundo -la mente humana es
perezosa-, pero superarlos puede ayudar a pensar creativamente».
En este sentido, Bain
cree que la revolución digital no ha cambiado la forma de procesar del cerebro,
que sigue construyendo esos modelos de realidad basados en la experiencia para
interpretar el mundo. «Lo difícil es crear nuevos modelos», insiste el
profesor, y aquí nada tiene que decir la tecnología.
Estudiar bien
Parece
una obviedad, pero es más eficiente «el espaciado del estudio» (repasar un poco
cada día) y, sobre todo, «estudiar como si fuese para enseñárselo a otra
persona». Esto es lo que conduce a una «comprensión más profunda», algo a lo
que llegaron esas 36 personas que «aprendieron a especular, a hacerse
preguntas, antes de saber».
¿Y el profesor?
También
tiene su papel. Porque el mejor es capaz de plantear esas preguntas al alumno,
y no sólo de ofrecerle respuestas. Para que el estudiante se haga a su vez
preguntas. Y vuelta a empezar.
NOA DE LA TORRE Diario el Mundo 20/11/2014
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