Aunque los cuentos suelo
ponerlos los lunes, hoy traigo aquí uno titulado ¡YA NO AGUANTO MÁS! De Pedro Pablo Sacristán.
Este cuento se lo dedico a
todos esos estudiantes que están en ¡YA NO AGUANTO MÁS! Y quieren tirar la toalla en plena guerra de
exámenes y de estudios.
La idea y enseñanza principal del cuento es: “El espíritu de sacrificio permite aguantar
con esfuerzo hasta conseguir que las cosas cambien”.
Había una vez dos puertas en
la misma casa. Una era una bella puerta de salón, mientras que la otra era una puerta
de baño del montón, pero en lo que coincidían ambas era en que llevaban una
vida de perros. La casa estaba llena de niños traviesos y descuidados que no
dejaban de arrearles portazos y golpes día tras día.
Cada noche, cuando todos
dormían, las puertas comentaban su mala fortuna, pero mientras la puerta de
salón se mostraba siempre harta y a punto de explotar, la puerta de baño la
tranquilizaba diciendo:
- No te preocupes, es
normal; son niños y ya aprenderán; aguanta un poco y verás cómo todo cambiará a
mejor.
Y la puerta de salón se
calmaba por algún tiempo. Pero un día, tras una gran fiesta en la casa llena de
golpes y portazos, explotó diciendo:
"Ya está bien. No
aguanto más. Al próximo portazo que me den, me rompo y se van a enterar de lo
que es bueno.
No hizo caso de las palabras
de la otra puerta, y cuando al día siguiente recibió su primer golpe, la puerta
del salón se rompió. Aquello causó un gran revuelo y preocupación en la casa, y
los niños fueron advertidos para tener más cuidado, lo que llenó de
satisfacción a la puerta, que saboreaba su venganza.
Pero pasados los primeros
días de problemas, los dueños de la casa se hartaron de la incomodidad de tener
una puerta rota. Sin embargo, en lugar de arreglarla, decidieron cambiarla, así
que sacaron de su sitio la antigua puerta y sin ningún miramiento la
abandonaron junto a la basura.
Entonces la bella puerta de
salón se lamentó de lo que había hecho, pues por no haber aguantado un poco
más, ahora se veía esperando a ser convertida en serrín, mientras que su amiga,
la vulgar puerta de baño, seguía en su sitio y además era tratada con más
cuidado...
Afortunadamente, la puerta
de salón no acabó hecha serrín, porque un hombre muy pobre la descubrió junto a
la basura y aunque rota, le pareció la mejor puerta que podía encontrar para su
pobre casa; y la puerta fue feliz de tener otra oportunidad y volver a hacer de
puerta, y de aceptar con agrado las incomodidades de un trabajo tan duro y tan
digno como es ser una puerta.
FELIZ REFLEXIÓN
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