La Fundación La Caixa
publicó en 2009 dentro de su Colección de Estudios Sociales un interesante y
pormenorizado análisis sobre la formación profesional en España y sus retos
futuros. El estudio firmado por Oriol Homs, de la fundación Cirem, lleva por título
“La Formación Profesional en España. Hacia la Sociedad del Conocimiento.”
Ya en el mismo título del
estudio se refleja la idea del cambio de escenario laboral, incidiendo en el
momento de transición por el que atravesamos. Parece cada vez más evidente que
estamos asistiendo a un traumático cambio de ciclo en el que el mercado laboral
basado en la sociedad industrial va perdiendo fuerza frente a un nuevo modelo
en el que, parece ser, que el valor de las ideas, del conocimiento y de la
innovación se convierte en el elemento clave, en el factor que aporta valor
añadido en esta nueva sociedad llamada del conocimiento. Este cambio en la
manera en la que funciona el mercado laboral plantea una serie de retos al
sistema educativo-formativo encargado de preparar a las personas que han de
desenvolverse en este nuevo escenario. Una de las interesantes preguntas que se
plantea el autor de este estudio es ¿qué tipo de necesidades de cualificación
va a exigir esa sociedad del conocimiento?, ¿Qué tipo de empleos va a demandar?
Es de agradecer que Oriol Homs, a diferencia de muchos autores que dejan la
pregunta en el aire, entre al trapo y ofrezca algunas respuestas para la
cuestión.
La opinión del autor de este
estudio al respecto apunta a la aparición de una tendencia de polarización en
el empleo. Homs plantea que los empleos que se van a generar seguirán dos
tendencias. Por una parte se demandarán trabajadores con una muy alta
cualificación (elevada capacidad de aprendizaje, adaptación a cambios,
actualización de conocimientos y resolución de problemas) que coexistirán con
otro gran grupo de empleos donde no se requerirá una especial cualificación y
que se orientarán a atender necesidades básicas, entre las que el autor destaca
por su potencial generador de empleo aquellos trabajos relacionados con el
envejecimiento de la población.
Una de las características
principales que definen a la sociedad del conocimiento o de la información, es
la necesidad de que la mayor parte de la población tenga niveles de formación
elevados, generalmente superiores a los obligatorios. De la misma manera que el
modelo laboral basado en la industrialización requirió de una población
alfabetizada, la sociedad del conocimiento eleva estas necesidades formativas a
un nivel superior. Un mercado laboral dinámico y en continua evolución requiere
trabajadores en continuo proceso de adaptación y formación, y tal y como apunta
el autor, esta predisposición al aprendizaje continuo se encuentra en mayor
medida en aquellos individuos que han completado los ciclos de enseñanza
obligatoria.
Durante décadas funcionó el
paradigma de “¿estudias o trabajas?”, que indirectamente clasificaba a los
jóvenes en función de sus preferencias: Encontrábamos un grupo de jóvenes que
mostraba su preferencia por continuar y profundizar sus estudios, y existía un
segundo grupo de jóvenes cuya preferencia se decantaba por abandonar los
estudios para incorporarse cuanto antes al mercado laboral. Con el tiempo
apareció un tercer grupo, poco significativo y muestra de un comportamiento
socialmente patológico, que mostraba su aversión tanto hacía los estudios como
hacía el trabajo (etiquetados como “ninis”). Lo cierto es que este paradigma
hace unos años que quedó obsoleto junto con las ideas de seguridad y
estabilidad en el empleo que creíamos aparejadas con nuestro estado de
bienestar. Las actuales circunstancias apuestan por un modelo basado en el
aprendizaje continuo a lo largo de la vida y que apuesta por una actualización
constante de los contenidos. El propio Oriol plantea (ver entrevista) la
posibilidad de poner en revisión cada cierto tiempo los títulos académicos
obtenidos para corregir el riesgo de que estos aprendizajes hayan quedado
obsoletos. Parece que los nuevos tiempos apuestan por modelos de formación
duales, que combinen los estudios con la práctica profesional, al estilo del
ahora alabado modelo alemán, sin pararse demasiado a analizar las evidentes
diferencias entre el tejido productivo alemán y el español. En este contexto
aparecen con fuerza, ya hace varios años, los modelos de formación basados en
las competencias que ponen el acento en la capacidad del alumno (o del
trabajador) de movilizar sus recursos en una situación concreta. No se trata de
saber, sino de demostrar que se sabe.
Una reflexión interesante
que plantea este estudio respecto a las necesidades formativas futuras parte
del análisis de la estructura de cualificación que define a la población
española y de sus diferencias con otros países europeos. La grafica de tipo reloj
de arena que describe Oriol muestra las tremendas carencias de formación
en niveles medios que existen en nuestro país, y como, a pesar de que el
porcentaje de personas con formación universitaria es comparable o incluso
superior al de la media europea, España presenta un grave problema de niveles
bajos de formación en la población adulta. La dura conclusión que apunta Oriol
en la parte final de esta entrevista es que en España “nos sobra mucho personal
poco cualificado”, sobre el que necesariamente hay que actuar implantando
modelos de formación duales que posibiliten no sólo una formación profesional
al uso, de tipo técnico, sino una formación basada en la adquisición de
competencias transversales que fomenten la capacidad de adaptación,
actualización y aprendizaje permanente, claves en un mercado laboral tan
cambiante como el actual.
Enlace al texto
completo La
Formación Profesional en España. Hacia la Sociedad del Conocimiento.
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