En el post de ayer, repasábamos
el comienzo de la primavera, además del resurgir de la naturaleza a ese hecho
de la vida, es también el resurgir de la conciencia del ser humano como ser
vivo que puede dominar la naturaleza a su comportamiento y actitud ante ella. Y
así es, cuando hoy tiene que celebrar el DÍA INTERNACIONAL DE LA VIDA.
Nuevamente, en España se
celebra el Día Internacional de la Vida 2014, hoy 23 de marzo, con
concentraciones en diferentes localidades bajo el lema común “Sí
a la vida. Por la vida, la mujer y la maternidad”. Las movilizaciones han
sido convocadas, con su coincidencia con el debate sobre la reforma
del aborto en España les otorgan este año una especial significación.
El Día Internacional de
la Vida tiene su origen en el primer Congreso Internacional Provida, celebrado
en Madrid en el 2003. Allí, tras una encuesta mundial contestada por más de
20.000 grupos y asociaciones de más de 20 países de Europa y América, se acordó
por declarar el 25 de marzo el Día Internacional de la Vida.
Pero, ¿Dónde está la frontera
entre la vida y la muerte?
¿Cuál es la divisoria que marca el
terreno prohibido que no se debe pisar?
¿Qué es lícito y que es
ilícito en el terreno de la vida humana?
Algunos piensan y sobre
todo en estos momentos de políticas internacionales complicadas: " No
a la Guerra ", “No a la pena de muerte", pero " Sí al
Aborto”.
Otros llevan sus
pensamientos a más larga distancia y en plena realización de la
persona humana proclaman un “no al suicidio, pero eutanasia... en algunos
casos, sí”.
¿Cuál es la frontera entre
la cultura de la vida y la cultura de la muerte?
Esa es la divisoria de los
dos “reinos”, el de la vida y el de la muerte, y esa es la frontera que
nosotros debemos tener clara, pues de nosotros depende elegir en qué lado
queremos estar y en qué lado queremos vivir.
Porque no se puede vivir con
un pie en cada lado. Ya que, la experiencia demuestra que, cuando una persona
empieza a excusar la muerte en algunos casos, se coloca en un territorio, en el
cual le es difícil ya marcar una frontera.
Cuando empiezan las excusas
y las excepciones, cuando oímos decir: “yo acepto el aborto en
el caso de...” empieza a perderse de vista la frontera de la vida, y siempre
cabe la posibilidad de plantear otro caso que esté al otro lado de la frontera
pero muy cerca de su “excepción”.
Entonces ya no hay
criterios. Entonces ya no hay frontera. En la duda, desaparece la divisoria y
el hombre se convierte en juez supremo de la vida y de la muerte.
Solamente hay una opción: o
estamos en la cultura de la vida o por el contrario estamos en la cultura de la
muerte. El “sí pero no, no pero sí” no es una opción.
En la cultura de la muerte, pasamos a considerar que el valor de algunas vidas es inferior al de nuestra comodidad y nuestra conveniencia.
Y es que la cultura de la
muerte tiene su propio lenguaje, tiene su propia “personalidad jurídica”, tiene
su propia terminología: una, “interrupción voluntaria del embarazo” (¡como si
se pudiera reanudar!), dos “sólo en casos extraordinarios” (los tres supuestos
despenalizados). Pero el problema está en hacer cumplir esos casos cuando ya se
ha traspasado la frontera, cuando la sociedad ha tomado la Ley al asalto y se
ha impuesto la “ley de la calle”, la de los “hechos consumados”, la del
"descontrol".
Pues la consecuencia de todo
esto, es una sociedad, donde la pérdida de la vida, está legalizada en algunos
casos y sus ciudadanos se acostumbran a destruirla por egoísmo. Se acostumbran
a privar del derecho a la vida a sus hijos recién engendrados, para continuar
una vez perdida la frontera de la vida, destruyendo seguidamente la vida de sus
mayores. Como podemos ya comprobar con la pretensión del gobierno de abordar
antes o después la legalización de la eutanasia.
Este propósito supone una
nueva y frontal amenaza para la protección del derecho fundamental a la vida
desde la concepción hasta la muerte natural del ser humano, de la propia
persona humana.
Este proyecto agrede,
además, a los que son más débiles porque depende de otro ser humano, de otra
persona y requieren por eso un especial cuidado y atención por parte de una
sociedad y unos poderes públicos comprometidos con la dignidad de todo ser
humano en cualquier circunstancia, por adversa que sea.
También iluminemos nuestras
conciencias ante las injusticias que nos rodean, para que seamos capaces de
defender la vida de los no nacidos, pero también con las misma ganas el dolor,
el desamparo, la soledad, el sufrimiento y las incontables humillaciones a las
que se ven sometidos todos los nacidos, desde que venimos a este mundo hasta
que nos vamos de él.
Proclamemos y festejemos el
don de la vida, como un derecho natural, primordial e innegociable de todo ser
humano.
VIVAMOS LA VIDA. SEAMOS FELICES,
PERO AÚN ALGO MEJOR HAGAMOS FELICES A LOS QUE NOS RODEAN.
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