jueves, 18 de abril de 2013

LA FORMACIÓN PROFESIONAL EN ESPAÑA. HACIA LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO.


La Fundación La Caixa publicó en 2009 dentro de su Colección de Estudios Sociales un interesante y pormenorizado análisis sobre la formación profesional en España y sus retos futuros. El estudio firmado por Oriol Homs, de la fundación Cirem, lleva por título “La Formación Profesional en España. Hacia la Sociedad del Conocimiento.”

Ya en el mismo título del estudio se refleja la idea del cambio de escenario laboral, incidiendo en el momento de transición por el que atravesamos. Parece cada vez más evidente que estamos asistiendo a un traumático cambio de ciclo en el que el mercado laboral basado en la sociedad industrial va perdiendo fuerza frente a un nuevo modelo en el que, parece ser, que el valor de las ideas, del conocimiento y de la innovación se convierte en el elemento clave, en el factor que aporta valor añadido en esta nueva sociedad llamada del conocimiento. Este cambio en la manera en la que funciona el mercado laboral plantea una serie de retos al sistema educativo-formativo encargado de preparar a las personas que han de desenvolverse en este nuevo escenario. Una de las interesantes preguntas que se plantea el autor de este estudio es ¿qué tipo de necesidades de cualificación va a exigir esa sociedad del conocimiento?, ¿Qué tipo de empleos va a demandar? Es de agradecer que Oriol Homs, a diferencia de muchos autores que dejan la pregunta en el aire, entre al trapo y ofrezca algunas respuestas para la cuestión.

La opinión del autor de este estudio al respecto apunta a la aparición de una tendencia de polarización en el empleo. Homs plantea que los empleos que se van a generar seguirán dos tendencias. Por una parte se demandarán trabajadores con una muy alta cualificación (elevada capacidad de aprendizaje, adaptación a cambios, actualización de conocimientos y resolución de problemas) que coexistirán con otro gran grupo de empleos donde no se requerirá una especial cualificación y que se orientarán a atender necesidades básicas, entre las que el autor destaca por su potencial generador de empleo aquellos trabajos relacionados con el envejecimiento de la población.

Una de las características principales que definen a la sociedad del conocimiento o de la información, es la necesidad de que la mayor parte de la población tenga niveles de formación elevados, generalmente superiores a los obligatorios. De la misma manera que el modelo laboral basado en la industrialización requirió de una población alfabetizada, la sociedad del conocimiento eleva estas necesidades formativas a un nivel superior. Un mercado laboral dinámico y en continua evolución requiere trabajadores en continuo proceso de adaptación y formación, y tal y como apunta el autor, esta predisposición al aprendizaje continuo se encuentra en mayor medida en aquellos individuos que han completado los ciclos de enseñanza obligatoria.

Durante décadas funcionó el paradigma de “¿estudias o trabajas?”, que indirectamente clasificaba a los jóvenes en función de sus preferencias: Encontrábamos un grupo de jóvenes que mostraba su preferencia por continuar y profundizar sus estudios, y existía un segundo grupo  de jóvenes cuya preferencia se decantaba por abandonar los estudios para incorporarse cuanto antes al mercado laboral. Con el tiempo apareció un tercer grupo, poco significativo y muestra de un comportamiento socialmente patológico, que mostraba su aversión tanto hacía los estudios como hacía el trabajo (etiquetados como “ninis”). Lo cierto es que este paradigma hace unos años que quedó obsoleto junto con las ideas de seguridad y estabilidad en el empleo que creíamos aparejadas con nuestro estado de bienestar. Las actuales circunstancias apuestan por un modelo basado en el aprendizaje continuo a lo largo de la vida y que apuesta por una actualización constante de los contenidos. El propio Oriol plantea (ver entrevista) la posibilidad de poner en revisión cada cierto tiempo los títulos académicos obtenidos para corregir el riesgo de que estos aprendizajes hayan quedado obsoletos. Parece que los nuevos tiempos apuestan por modelos de formación duales, que combinen los estudios con la práctica profesional, al estilo del ahora alabado modelo alemán, sin pararse demasiado a analizar las evidentes diferencias entre el tejido productivo alemán y el español. En este contexto aparecen con fuerza, ya hace varios años, los modelos de formación basados en las competencias que ponen el acento en la capacidad del alumno (o del trabajador) de movilizar sus recursos en una situación concreta. No se trata de saber, sino de demostrar que se sabe.



Una reflexión interesante que plantea este estudio respecto a las necesidades formativas futuras parte del análisis de la estructura de cualificación que define a la población española y de sus diferencias con otros países europeos. La grafica de tipo reloj de arena que describe Oriol muestra las tremendas carencias de formación en niveles medios que existen en nuestro país, y como, a pesar de que el porcentaje de personas con formación universitaria es comparable o incluso superior al de la media europea, España presenta un grave problema de niveles bajos de formación en la población adulta. La dura conclusión que apunta Oriol en la parte final de esta entrevista es que en España “nos sobra mucho personal poco cualificado”, sobre el que necesariamente hay que actuar implantando modelos de formación duales que posibiliten no sólo una formación profesional al uso, de tipo técnico, sino una formación basada en la adquisición de competencias transversales que fomenten la capacidad de adaptación, actualización y aprendizaje permanente, claves en un mercado laboral tan cambiante como el actual.


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